En un giro estratégico digno de una superproducción de ciencia ficción, el Ministro de Defensa Luis Petri anunció con gran solemnidad que, tras una ligera confusión, el país ha adquirido una flota impresionante de aviones… cuando en realidad, lo que realmente se necesitaba eran barcos.
“Fue un simple error de cálculo”, declaró el ministro, con la misma tranquilidad con la que uno confunde sal con azúcar. “Cuando vimos el agua cubriendo las calles, pensamos que lo mejor era reforzar nuestra fuerza aérea. Tiene todo el sentido del mundo… si vives en un guion de película surrealista”.
Los ciudadanos, mientras tanto, ya comienzan a adaptarse. Algunas familias han instalado motores fuera de borda en sus sofás flotantes, y los patos ahora tienen que compartir el espacio aéreo con los cazas recién comprados.
Expertos en defensa han sugerido soluciones innovadoras, como equipar los aviones con ruedas anfibias o, mejor aún, con flotadores inflables de colores para hacerlos “más compatibles con el ecosistema urbano actual”.
Por su parte, el Ministerio ha prometido “evaluar cuidadosamente” las futuras compras de equipamiento militar. Aunque, según fuentes no oficiales, ya hay rumores de que la próxima adquisición podría incluir submarinos para patrullar las avenidas anegadas… o globos aerostáticos, por si las inundaciones se convierten en un tsunami.
“Lo importante es estar preparados”, concluyó el ministro. “¿Para qué exactamente? Bueno, eso lo descubriremos después”.
Mientras tanto, los ciudadanos recomiendan llevar paraguas… y chalecos salvavidas, por si acaso.